domingo, 11 de abril de 2010

Toco el timbré de mi casa. Mi madre abre la puerta, sonriente.
- ¿Qué tal el día cariño? - me pregunta como siempre.
- Ahora te cuento, mamá. Tengo que ir al baño... - digo, esquivándola y entrando en casa a toda prisa.
- Alejandra, espera. Tengo que decirte una... - empieza.
- Ahora me lo dices, es urgente, tengo que llegar - le cortó.
Subo las escaleras, hacia el baño más grande de casa. Abro la puerta y veo que mi padre se está bañando. Sin decir nada, levanto la tapa del retrete, me bajo los pantalones y las bragas y hago lo que he venido a hacer.

- ¿Oye, papá, qué haces aquí tan temprano? - pregunto extrañada cuando termino.

- No soy tu padre... Soy Óscar - susurra una voz.

Me quedo helada. Entonces, caigo...

- Cariño, dentro de unos días, va a venir a quedarse una temporada el hijo de una amiga...

-¿Cómo? - pregunto.

- Sí, necesita terminar el curso. Sus padres han muerto y soy su padrino.

- Un momento, no te estarás refiriendo a Óscar, ¿verdad? - quiero saber, alarmada.

-Sí...

-De eso ni hablar, él no.

-Cariño, por favor, fueron cosas de niños.

- Me da igual. No quiero. Además, no tenemos espacio aquí, ¿dónde dormiría?

- En el cuarto de estudio, en nuestro sillón-cama.

Esto no puede estar pasando.

-Papá, por favor...

- No hay más que hablar, Ale. Se viene a vivir con nosotros y punto.

Lo que me faltaba. Tener al crío que me amargó la existencia cuando era pequeña en casa es mi mayor sueño...


Vuelvo a mirar hacia la mampara. Un cuerpo casi escultural mojado es lo que veo.

- Vaya, has adelgazado desde la última vez que nos vimos - es lo único que se me ocurre por decir.

- Er...gracias... ¿Te importaría salir, por favor?

Eres tonta, Alejandra.

-Sí, claro, claro.

Salgo del baño rápidamente, cierro la puerta y me dejo resbalar hasta llegar al suelo. Dios mío, la que me espera....

sábado, 10 de abril de 2010

Un sueño que se convirtió en pesadilla...

Hoy me he dado cuenta que éso es lo que eres, quería tenerte pero en realidad no te quería a ti. No tiene sentido, lo sé. Yo aún no lo entiendo del todo... Creo que quería demostrarme a mí misma que yo también podía. Pero no puedo. Y eso no tiene por qué ser una derrota. No te he perdido. No. Es más, creo que en realidad he ganado. Eras sólo un juego, una apuesta. Un reto. Sin embargo, te convertiste en una obsesión. Una peligrosa obsesión. Un pulso a mi misma. Pero me he ganado.

He ganado madurez y me he quitado un gran peso de encima, un peso que yo misma me había puesto por una niñatada. Yo misma era la niñata. Gracias a quien sea, he madurado. No vales la pena o puede que sí. Pero no eres para mí ni yo soy para ti. Y es una alegría saberlo, en cierto modo.

Pensé en vengarme, pero como me avisó un amigo, no pienso rebajarme. Ni siquiera te odio. Eso sería una tontería aun mayor. Me gustaría borrarte de mi vida, pero entonces todo lo que he aprendido se iría también. Y esa es la parte que vale la pena de lo ocurrido. Además, aunque quisiera sería un poco difícil, porque te veo todo los días.

A veces pensaba que eras un estúpido, un arrogante, un orgulloso. Tal vez sea cierto, tal vez no. Ya da igual. La tonta aquí fui yo. Así que dejaré los rencores y el orgullo detrás. Quizás aún podamos ser amigos. O puede que no. Ya se verá.

...Porque no hay mal que por bien no venga... :)