Toco el timbré de mi casa. Mi madre abre la puerta, sonriente.
- ¿Qué tal el día cariño? - me pregunta como siempre.
- Ahora te cuento, mamá. Tengo que ir al baño... - digo, esquivándola y entrando en casa a toda prisa.
- Alejandra, espera. Tengo que decirte una... - empieza.
- Ahora me lo dices, es urgente, tengo que llegar - le cortó.
Subo las escaleras, hacia el baño más grande de casa. Abro la puerta y veo que mi padre se está bañando. Sin decir nada, levanto la tapa del retrete, me bajo los pantalones y las bragas y hago lo que he venido a hacer.
- ¿Oye, papá, qué haces aquí tan temprano? - pregunto extrañada cuando termino.
- No soy tu padre... Soy Óscar - susurra una voz.
Me quedo helada. Entonces, caigo...
- Cariño, dentro de unos días, va a venir a quedarse una temporada el hijo de una amiga...
-¿Cómo? - pregunto.
- Sí, necesita terminar el curso. Sus padres han muerto y soy su padrino.
- Un momento, no te estarás refiriendo a Óscar, ¿verdad? - quiero saber, alarmada.
-Sí...
-De eso ni hablar, él no.
-Cariño, por favor, fueron cosas de niños.
- Me da igual. No quiero. Además, no tenemos espacio aquí, ¿dónde dormiría?
- En el cuarto de estudio, en nuestro sillón-cama.
Esto no puede estar pasando.
-Papá, por favor...
- No hay más que hablar, Ale. Se viene a vivir con nosotros y punto.
Lo que me faltaba. Tener al crío que me amargó la existencia cuando era pequeña en casa es mi mayor sueño...
Vuelvo a mirar hacia la mampara. Un cuerpo casi escultural mojado es lo que veo.
- Vaya, has adelgazado desde la última vez que nos vimos - es lo único que se me ocurre por decir.
- Er...gracias... ¿Te importaría salir, por favor?
Eres tonta, Alejandra.
-Sí, claro, claro.
Salgo del baño rápidamente, cierro la puerta y me dejo resbalar hasta llegar al suelo. Dios mío, la que me espera....